La duda por sistema

Copio el principio del artículo de Rosa Belmonte ayer en La Verdad:

“No recuerdo el cine Avenida del Rollo (un edificio) pero sí el Coliseum (un bingo) y el Iniesta (un supermercado y antes una discoteca). Pronto tendré que decir que recuerdo los cines Floridablanca. No digo que vaya a echar de menos la tremenda sala C, donde la proyección salía de un lado y no del fondo pero éste es uno de esos momentos virgencita, que me quede como estoy. Me asusta la idea de alardear de nostalgia pero el hecho de que el Barrio se quede sin cines me toca mucho las narices. El Barrio, claro, es el Barrio del Carmen. No creo que necesariamente cualquier tiempo pasado sea mejor...”

Para mí, la calidad de vida es un indicador muy subjetivo (que cuando se pretende sintetizar en función de la opinión de todos los españoles, resulta que en las clasificaciones salimos muy mal parados. ¡Bien!). Desde luego, tener un cine en el barrio era un lujo, a la vista de las economías de escala que propician los multicines. Si los márgenes se estrechan en el sector con la irrupción de éstos, se comprende cómo, a pesar de ver muchas veces al personal haciendo cola en la Alameda de Colón, los dueños hayan optado por invertir en los nuevos complejos comerciales especializados en acumular gente los fines de semana a base de oferta de ocio y consumo.

Es calidad de vida tener cerca un bar con buen café molido al instante que ya está cayendo cuando entras porque el camarero te ha visto cruzar la calle. Es calidad de vida poder ir a nadar sin coger el coche. Poder pasear por el último jardín vallado de la ciudad. Para un friki como yo también es calidad de vida disponer de tres o cuatro tiendas de ordenadores decentes a mano sin tener que cruzar el río, y las mejores de electrónica, la mejor ferretería... Solamente echaba de menos tener lejos la Biblioteca Regional, a pesar de tener dos municipales en el Barrio (la segunda la inauguraron el 30 de julio del año pasado y se fueron de vacaciones al día siguiente hasta septiembre ¿?). A esta pega se le suma ahora la del cine.

Aunque llevo algunos años de sequía en lo que a cine de adultos se refiere..., siempre me ha parecido no sólo un excelente pasatiempo, sino al igual que los buenos libros, una “inversión”. Para justificar este último disparate sin que uno lo asocie a las inversiones de ciertos ayuntamientos en esculturas de la Galería Malborough, copiaré (porque el vínculo a la página de la web del escritor no va directo al texto) el primer párrafo del prólogo que Miguel Marías, el hermano de Javier, escribió para una recopilación de artículos sobre películas que éste publicó en septiembre del año pasado.

”Que tres miembros de una familia -el primero es nuestro padre, Julián Marías- hayan escrito sobre cine con cierta asiduidad puede hacer pensar que existe entre nuestros enfoques alguna semejanza o paralelismo, pese a que cada maestrillo tenga su librillo. En este caso, no creo que haya parentesco: el único punto común sería precisamente la ausencia, en los tres, de tal “manual”, y a cambio una compartida confianza en la utilidad de la observación atenta y en el ejercicio -simultáneo y posterior- de una actividad que siempre creí inevitable y constante, al menos despierto, hasta percatarme, con creciente inquietud, de lo poco que en general se practica. Me refiero, simplemente, a pensar.”

PS: Hoy, - qué casualidad, ¿o no? -, se reúnen los tres otra vez en el precioso artículo de Javier Marías en El País.